Estas metodologías empezaron como una investigación en los cantantes que, tras muchos años de excelente vida laboral, empezaban a desafinar, ya que sólo reproducimos lo que somos capaces de oír y en estos casos, con la pérdida de audición aparecían los desajusten en la afinación.
Conozco algunos casos en los que este tipo de terapia, ya sea porque ha sido mal aplicada o porque simplemente no funciona, los pacientes acaban relacionando la música con algo desagradable, o reaccionan de manera agitada frente a estímulos sonoros.
Bajo mi punto de vista, como digo siempre, la música, trabajada de manera activa, es mucho más completa y efectiva que la simple escucha. La manera de estimular el cerebro a través de la música no debería basarse simplemente en una serie de citas con unas determinadas frecuencias o con músicas concretas. La vida está llena de estímulos sonoros que pasamos por alto y nadie suele pararse, simplemente a escuchar. Quizás deberíamos parar un poco cada día para hacerlo, escuchar el entorno, escuchar a los demás y a nosotros mismos.
Insisto en la musicoterapia como una actividad complementaria a otras terapias ( y no al revés) y de manera activa para estimulación fisiológica, mental y sobre todo afectiva.
